Azules como un cielo de verano,
del templado y sereno azul marino,
de tonos cerúleos y matices
de refulgentes índigos.
Azules oceánicos,
como mares de visos infinitos,
de añiles tornasoles,
de eternos iris líquidos.
Acuosos, transparentes,
donde se hace glacial el cristalino,
anémica la lágrima incolora,
y el ojo, glauco y límpido.
Azules las pupilas,
del triste azul de los inviernos fríos,
impávidas como témpanos de hielo
y cuarzos desvaídos.
Azul celeste y gélido,
que astuto y perspicaz encara altivo,
que turba otras miradas,
y vidrioso, enamora los sentidos.