Cada ocaso
rasga el brillo de mis venas en un latido.
¿Será que busco tu rostro en el aliento del cielo,
en esa melena naranja que es crepúsculo de tu infierno?
Si así fuere,
que he buscado tu vida y en verdad estas muerto,
¿Dónde rondan tus pasos en el camino hacia el averno?
Tus oraciones parecieran ser columpio
de impetuosas cadenas de vientos,
un oráculo marchito
por ondular el eco del firmamento
y de este fuego eterno
que yace
en los cimientos del más recóndito pensamiento,
en donde le doy vida al juego de creerte,
de profesar que el tártaro que nos aqueja es tenerte.
Cada ocaso
rasga el brillo de mis venas en un latido,
donde le doy sentido a todo lo vivido,
dudado,
escuchado y leido.