Hay momentos,
en los que las paredes acompañan
y en mi fría desnudez me abrazan,
se acercan y me recuerdan en voz baja
que hoy también la luna se marcha.
Hay momentos,
cuando las paredes se han ido
y soy yo quien abraza el frío
porque la luna me ha dicho en un grito
que hoy se queda hasta nuevo aviso.
Hay momentos,
en los que el tiempo es un remedio
que todo remueve como el viento,
acariciando la llanura desde el suelo
para que el sol brote hacia el cielo.
Hay momentos,
en los que el tiempo llega tarde,
llega erosionando como sal de los mares,
arrastrando su garra de rapiña con hambre
y dejando al sol heridas abiertas con sangre.
Hay momentos,
en los que un nuevo día brilla,
fecunda esperanza y vida,
reparte inicios en cada esquina
que duran veinticuatro horas continuas.
Hay momentos,
en los que un viejo día fallece,
llevándose el último respiro de suerte,
cobrando impuestos a la gente
por cada minuto que evadió la muerte.
Hay momentos,
en los que la justicia es natural,
brotando como hierba sin cesar,
y la verdad se esparce sin piedad
como hiedra salvaje y letal.
Hay momentos,
en los que la injusticia se hace natural,
formando parte del paisaje normal;
y la verdad decide retirarse sin avisar
como ruiseñor herido sin poder volar.
Hay momentos,
y la vida es un montón de ellos;
no hay vida sin momentos
pero hay momentos sin vida,
aquellos que no viviste por cobardía.