Frente al balcón está el mar sereno
que con su silenciosa calma
bordea el risco, la casita blanca
pegado a la inmensidad del cielo.
La soledad en casa nos abruma
y si el vecino comparte la pena,
entonces, esta soledad no es una,
está de ella la comunidad llena.
Somos de nuestro tiempo soberanos,
acechamos desde el ventanal,
contando los marcos de cristal
de recuerdos evidentes y arcanos.