LA FAZ DE LA MAÑANA.
Se iba el brote de tus ojos cubriendo el firmamento, unos astros silenciosos eran faros y eran nuestros: el rostro de la noche daba luz de luna y fuego; y sobraban los colores: todo mío era tu cuerpo.
Al pasar las libres horas de mis manos en tu piel, en tus pechos caracolas iban pronto a aparecer. Y el silencio de los mares daba versos por doquier como libros que se abren con secreta desnudez.
Al pasar las libres horas de mis manos en tu piel, el perfume de las olas a la arena iría esta vez. Y la playa haría las huellas de tus tan sutiles pies que marcaban en la arena las que eran mías también.
Se iba el brote de tus ojos cubriendo el firmamento, los pájaros gloriosos se vestían de silencio: la faz de la mañana colocaba un sol secreto; y sobraban las palabras: todo mío era tu cuerpo.