¡Oh! blancura destella tu ternura
como luz reluciente, como nieve,
la que fresca deleita cuando llueve
sanando tanta herida que supura.
Tú, del dolor, procuras dulce cura;
porque tu corazón, sufrir conmueve
de los pacientes que lloran, remueve
con amor las entrañas con dulzura.
Son tus manos benditas como diosa
e Hipócrates dirige tu camino
sapiente en magistral obra amorosa.
Salvas vidas, salvando su destino;
y cuando no, la vida te es llorosa
y el corazón contrito, muy mohíno.
¿Qué del dolor devino?
La obra que dignamente tú enarbolas
y, cuando mueres, lloran caracolas.