Lancé mis sueños al mar
para que todo terminara
y así, tu boca y tu mirada
no consumieran mis noches
y ya no hubieran más reproches
para mis labios sedientos
y que fuesen el sol y el viento
los que llevasen mi herida.
Pero entonces la melancolía
invadió al cielo como tormenta
y para agrandar mis penas
hizo de ti una isla,
y al arreciar los dioses su ira
sobre el océano... ¡esperanza mía!
el mar no pudo llevar
mis sueños a otra orilla
y los dejó abandonados
en una isla perdida.
xE.C.