Andrea
(Se sienta a tocar el piano).
¡Se sienta a tocar el piano
la dulce Andrea de un día
que fue de mi ayer lejano
un verso en la poesía!
Se ve sentada y serena,
se ve su luz al tocar,
la luz que de luna llena
se viste al iluminar.
En cada tecla que toca
le salta su corazón:
es tanto lo que provoca
en pura y honda pasión.
Andrea le toca al hijo,
al alma de su querer.
Y Elías la mira fijo
con bello brillo y placer.
La madre toca su piano
y el cuarto se paraliza:
alterna con un mano,
con una media sonrisa.
Mágico es el instante
del hijo y su madre bella:
en cada uno el semblante
parece ser una estrella.
¡Se sienta a tocar el piano
la dulce Andrea de un día
que fue de mi ayer lejano
un verso en la poesía!
Se ve sentada y serena
la misma niña de ayer,
que hoy de madre se llena
envuelta en una mujer.
En cada tecla que toca
le salta de su belleza
un aire que de su boca
al hijo flamante besa.
Andrea se ve sonriente
sumando dichas de vida:
como una mujer se siente
en madre ya convertida.
Elías, que es dicha plena
en este cuadro infantil,
la mira bella y serena,
le ríe y vuelve a reír.
Mágico es el instante
del hijo y su madre bella:
el hijo todo es brillante,
la madre toda destella.
¡Se sienta a tocar el piano
la dulce Andrea de un día
que fue de mi ayer lejano
un verso en la poesía!
Se ve sentada y serena,
se ve su luz al tocar,
la música le rellena
de dicha todo el lugar.
En cada tecla que toca
se toma del porvenir:
es tanto lo que provoca
que el niño vuelve reír.
Andrea le toca a Elías,
al hijo de sus amores,
con notas de poesías
en sueños multicolores.
La madre toca su piano
al hijo que la hipnotiza:
alterna con un mano,
con una media sonrisa.
Mágico es el instante
del hijo y su madre bella:
en cada uno el semblante
parece ser una estrella.