Se que un día existí,
En esa orbita de dimensiones paralelas;
En el refugio de los guerreros,
Donde conocí a una hermosa doncella.
Pasados mil eones cósmicos,
Esa diosa era sierva en mi hoguera;
Observe indiferente su materia,
Se parecía;- y no era.
Su perfume de nutridas rosas,
Con fuerte olor a horandia;
Era la roza preferida de las diosas,
Que habitaban el planeta de Akria.
Mi amor disimulaba con torpeza
Que la conocía;
Siempre ha sido mi esposa,
En las existencias de mis días.
Comprendí que era ella,
Por el devenir de su andar;
Y le quería decir: que aun;-
No la he dejado de amar.