Mis ojos conocieron tu cuerpo delgado,
cabello rubio y lunares en tu espalda.
Hubo otra noche, entre un manojo de risas
y botellas frías de cerveza, seducida por
la música.
Nos fuimos seduciendo. Tú me dabas una
cerveza, yo te ofrecía una canción “Mujer amante”,
para la noche, en el bar de los infieles.
Había en esa noche, dos voces insinuantes.
En la hora de la tibia mirada y sonrisa sugerente
embriagada, fumada y atrayente,
un poema beso se nos atravesó
en la humareda y trago de cerveza,
salino con tabaco rubio, e insinuó…
Nuestros ojos nos invitaban a la cama
Pasada las nueve de la noche y no fue…
Nuestras parejas llegaban, tomados de la mano.
D. Valencia