Alberto Escobar

En una duermevela

 

Sobran las estrellas que no caben en una mano

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

No sé si he despertado o es que todavía no he atrapado el sueño.
El caso es que me quedé mirando durante la eternidad de un instante
el cielo de una habitación hace tiempo ya habitada.
Un cielo que no ha dejado de ser el mismo durante tantos años de ausencia,
con las mismas estrellas que entonces —cuando tenía edad de soñar— me
titilaban en un morse que nunca llegué a entender en lo consciente pero sí,
sin dudar, en la gran parte restante de mi mente, esa que está bajo la superficie
del infinito mar de lo cognoscible y que —según los que saben— oculta nuestro
corazón bajo las tinieblas de Conrad, ese espacio de mí mismo que siempre quedará
en la incógnita de la ecuación y cuya resolución me promete la vida, me evade
de un seguro suicidio, que cada vez oteo más lejos o eso creo ahora bajo las mieles
del buen tiempo que me acompaña.
Miro y concibo antes de que el sueño me posea que el tiempo ha parecido detenerse
durante escasamente veinte años; la lámpara —coronada al decir de mi hermano mayor
con la copa de Atlético de Madrid— y el armario siguen siendo los mismos, con las mismas
tachaduras de entonces, los mismos esconchados en los tiradores, los mismos baldones
blandos al rail de madera que quedó vencido..., casi todo igual, o así quiero que parezca.
En la pared de enfrente falta una foto, un póster que el día que inauguré mis diecisiete años
colgué para que pudiera verlo a placer, inspirarme en la belleza rubia y anglosajona de una
chica llamando por el rojo teléfono de una cabina londinense. ¿En qué cielo descansará este
póster? —no sé si poner en su lugar uno con mis tres hijos, todavía no...
Pocas horas antes de escribir lo que estoy escribiendo ahora, y mientras leía varios
fragmentos de los miles de libros que tengo abiertos —de cuatro nada más esta vez— se me
ocurrió introducir aunque fuese con calzador la palabra «barboquejo» entre todas estas que
escribo... La verdad es que no sé donde encajarla; bueno sí, voy a hacer un par de frases
sobre el servicio militar, donde oí por primera vez esa palabra; a ver: punto y aparte mejor.

El día de la Jura de Bandera, allá por las navidades del 94, estaba nervioso. El barboquejo 
me oprimía la garganta, estaba por quitármelo pero el protocolo me lo impedía. Tuve que
dejar que me marcara la piel sobre la yugular, tuve que olvidarme de él, y así lo hice.
Ya parece que me vence el sueño, voy a echarme media horita solo.

Hasta luego amigos.

P.D. Lo del suicidio es solo un recurso literario, aunque a veces...