LAS campanas repicaron más de 13 veces
cuando el niño que no deseó ser hombre adulto
arañó el muro de la penetrante hipocresía.
Una sombra se dejó ver a medianoche;
alguien vociferó términos de revolución,
algunos pastores de hombres dijeron “basta”,
y la bondad se hizo silencio
de malestares y desfallecimientos;
mas el niño aquel no musitó nada para sí
únicamente asimiló la velada situación,
como el que besa la frente
de su amada difunta, gélida, marchita
y demasiado muerta para el mundo.
Las campanas repicaron más de 13 veces
justo antes de que llegase
la sombra final.