Esmeralda Zamorano

Dulzor en la garganta.


Un baúl lleno de cartas y versos, un cimiento con tétricos recuerdos, ausente sapidez, evidencia de la cautividad que mantenían en lo que no es correspondido ni permitido.
Entre letras ocultas, atascadas dentro del estómago por donde navegaban pérdidas las golondrinas del amor.
Placentera tesitura en cuestiones de un romance; el vino que endulza el paladar adormeciendo, la cordura solícito apercibimiento por el acaudalado llanto referente a un ser engañado.
El sosegado latido se puede notar cuando el atavío del alma es por un incongruente e iracundo sentimiento febril.
Las lágrimas atosigaron los lamentos, llenaron el hueco de las golondrinas ahora ya libradas del sentir, el señor tiempo y sus verdades tan difíciles de aceptar, le dejaron las costillas abiertas para que las andorinas pudiesen volar.
El dulzor del vino se manifestaba en una garganta colmada de sentimientos dolorosos, solo para ayudar a sostener el llanto de ese apego tan tóxico.