Al reflejo cada noche de creciente luna,
Cesan agobiados mis desvíos;
pues mi boca de tu piel lisonjera ayuna,
y son tus pechos a mis labios los que ansió.
Fatigados e impaciente están mis ojos,
añorando la silueta de tus formas;
Siente el frío de tu ausencia y me acongojo,
y el rocío de tus jugos a hiel transformas.
Desvanezca tu sedosas piernas en mis hombros helados,
que un adicto a tu cardo yo me haría;
Olvidando el hecho del que pueda ser pecado,
Pues a este tu fiel sirviente Dios perdonaría.
Con el exquisito néctar de tu vientre,
a mis recuerdos de seguro yo heriría;
Divagando a remembranzas que no mienten,
pues son tus jugos de una diosa... La ambrosía.