Qué lindo es ver que la niña en ti no ha muerto;
que sigue viva;
que quiere; que llora; que tiene sus berrinches y sus vicios en la obscuridad. Como si los muertos todavía nos vieran pecar; iluminando nuestro camino
diciéndonos “Ay sí. Ay no. Sigue. Sigue. Confía en ti carajo. Por qué la tardanza. Por qué el miedo. Por qué la torpeza en el mismo agujero
de nuevo
de nuevo. Levántate carajo. Que yo
te conozco
bien.”
“¿Verdad que estoy bonita?” le pregunta Lourdes al coronel García.
“Si vieja. Siempre fuiste. Y siempre serás las más linda.” el coronel responde.
“Ay, no me vengas con perspectivas. ¿Estoy bonita?” y sonríe. Su sonrisa es linda; todavía de niña. La misma sonrisa que tuvo a los seis cuando estaba chimuela;
ahorita,
a los sesenta y seis;
todavía la tiene. “Si vieja. Estas buenísima.” le dice el coronel mordiéndose los labios como adolescente de catorce años. La pellizca. Ella está de enfrente. Los dos se ríen
en la obscuridad. “Ay zonzo.” “Ay, gordita.”