(Homenaje a Julia de Burgos, Luis Lloréns Torres, José Gautier Benítez, Luis Palés Matos, Luis Muñoz Rivera, José de Diego y Evaristo Ribera Chevremont)
En una noche de añoranza
de esas que quitan el sueño
meditaba en lontananza
mi corazón borinqueño
Pensando en mi bella patria
me fue acurrucando el sueño
y así dormido quedé
aquél domingo abrileño
En mi sueño apareció un arcángel
celando diamantinas puertas
era el guardián de las llaves
del cielo de los poetas
Tal sorpresa fue la mía
que le imploré aquél ángel
que ignorara mi osadía
y permitiérame adentrarme
Con mirada compasiva
como las que se dan en el cielo
accedió a mi rogativa
y cumplióse mi deseo
Y pasando yo el umbral
de aquellas inmensas puertas
me envolvió una melodía
¡era nuestra borinqueña!
Entre una luz, un vergel
y en el vergel siete seres
y alrededor cien astrales
montaban blancos corceles
Mi curiosidad venció al miedo
y me acerqué sigiloso
al primero de los siete
de aquél conjunto glorioso
Y trascendió que era mujer
al pie de un río impetuoso
y el río era El Loíza
cristalino puro y hondo
Y allí a la orilla del río
me acordé del gran poema
y de los primeros dos versos
que éste ser al río diera
Conmovido por este cuadro
de felicidad eternal
por un momento yo quise
también ser un inmortal
Y mientras en eso pensaba
divisé que muy cercano
habían otras dos figuras
del grupo de borincanos
El segundo ser admiraba
desde una angosta vereda
a una jaquita baya
que jugaba en la alameda
El tercer ángel, un joven
con su pensamiento grato
laboraba en un jardín
el de América el ornato
Y mientras a él admiraba
algo llamó mi atención
una voz muy atractiva
y de certera elocución
Un político y orador
abogado y gran poeta
hablaba de libertad
de no bajar la cabeza
Su oratoria era impetuosa
rápida y abrumadora
y nuestra bandera ondulaba
entre libertades y gloria
El otro ángel me sorprendió
pues con serafines mulatos
con tuntún y calabó
danzaban como africanos
El sexto me tocó la mano
y al momento una bahía
delante de mí apareció
y me dijo “es Aguadilla”
Y ése otro ángel y yo
en silencio prescenciamos
desde la hermosa bahía
el ocaso aguadillano
Luego, el último de los siete
desde un templo de alabastros
recitaba sus poesías
a los soles y a los astros
Y así estuve largo tiempo
entre ángeles, un mortal
de grandes poetas rodeado
en tertulia celestial
Y ya cuando me sentía
que acababan los recitales
que desde el cielo caía
a tierra de los mortales
me desperté emocionado
y eternamente agradecido
por el momento pasado
en ese cielo divino
Y desde entonces cuando dormito
cuando la paz todo lo aquieta
escucho un ¡Viva La Patria!
desde el cielo de los poetas
José Luis Silva-Díaz