Dulce perrito que vagabas en la calle,
irrumpías en pupilas como quiste.
Tu mirada punzante,
y tus costillas que parecían cicatrices.
Seré quien te acompañe,
con el remedio tardío a tus ojos tristes.
Voy hoy mismo, sin todo este equipaje;
contigo, al país de alegres matices.
Como tú, desamparado de méndigo rico,
voy de mis raíces y tallo libre.
¡Una galleta, agua!, ¡un trozo de pan!
Palabras que articular no pudiste...
Voy hoy mismo, con todo mi afán.
Te veré en el país de los buenos;
donde las nubes no son grises,
y la noche no acaece más.
Voy hoy mismo, pronto me verás;
en el país donde las risas no terminen.
Estoy ansioso de irme, de morir quizás,
y vivir en el prado de tu cielo.