Una calma inusual va colmado el mar extenso,
el oleaje ha caído en un reposo inusitado y transparente.
Los confines de la noche inundaron con su manto,
y su quietud me va envolviendo con su estupendo embeleso.
Mi mirada indagando los secretos del silencio,
me he sentido atraído por la blanca redondez de esa luna suspendida,
adormecida y cautivante.
La he seguido largo rato,
y me ha llevado a su órbita brillante,
desde ahí he podido contemplar la quietud del infinito,
la extensión de su hermosura.
Su encendido resplandor se va fundiendo en los umbrales de la costa.
En la playa se menean suavemente las palmeras,
y su sombra juguetea con la arena,
se divierte ingenuamente.
El arrecife de colores
no pelea con las olas…ellas duermen,
se van cansando por ahora de su estado pendenciero.
Se respira una paz misteriosa en el ambiente.
Se oye lejos el murmullo de esas olas obedientes,
su vaivén va arrullando los impulsos,
y he caído en un estado de catarsis…
algo así como caer en un abismo,
y viajar por ese túnel al planeta de los sueños.
Unas voces muy extrañas me cautivan dulcemente,
y me llevan hasta el fondo de un vergel alucinante.
Caí en el mar,
en lo profundo.
Me fui al fondo…
y ahí estabas,
apacible,
intrigante y relajada.
Parecías temerosa por mi asombro desmedido al descubrirte.
Y yo sentí mi acelerado corazón desesperado,
casi al punto de estallar de la impresión,
por tu fugaz aparición improvisada,
deslumbrante.
Te mire con temor y nerviosismo,
intentando indagar si eras real,
si no eras un sueño.
Y no lo fuiste,
fue veraz tu blanca faz,
y tu atuendo multicolor como de pez,
incuestionable.
Y te hiciste innegable,
sonreías con sutil delicadeza,
y mirabas con mesura.
En tus ojos me atrapaste,
secuestraste mis instintos,
mis sentidos se sintieron capturados,
indefensos ante el brillo en tus pupilas.
Y sin saber que preguntar indague tu oculto nombre…
y un sonido encantador se hizo eco.
Hemeropa es mi nombre respondiste,
y fue entonces que nadaste hacia mí,
y me llevaste a navegar por raros mundos,
y viajamos dando vueltas en el agua,
cual delfines…
aleteando sin cesar por los rincones de tu reino.
Persiguiendo tiburones y ballenas,
Descubriendo los corales y cetáceos,
y un millar de moluscos indiscretos.
Me sentí atrapado en tu leyenda…
siendo parte de esta fábula asombrosa,
navegado sin cansancio por los sueños.
Me sentí feliz así,
tan feliz que no puedo describirlo,
y juré quedarme ahí, pero contigo.
Más de pronto desperté abruptamente.
La tormenta enfureció al inerme mar de su sosiego,
y convirtió las crispas tibias en fieras olas.
Se agitó el ambiente incontenible,
y estremeció todo a su paso.
El fuerte trueno ahuyento por todos lados,
y Hemeropa huyó de ahí sin dejar rastro.
Amanecí encallado en la espuma de la playa,
como náufrago de un buque saturado de quimeras,
un pirata abandonado extrañando su galeón,
bucanero enamorado, expulsado de su barco.
Ahí en la costa solitario me encontré…
contemplando el horizonte inanimado,
indiferente.
Rebuscando en cualquier puerto
algún vestigio de tu imagen intangible,
indescriptible y fantasiosa.
El tiempo pasa y pasa,
se hace años en seguida.
Nos va dejando la vida,
se van extinguiendo las ganas.
El tiempo no se detiene,
no tiene remordimientos,
no mira atrás su camino…
se va alejando del mar,
no tiene clemencia alguna.
Y así siguiendo el destino
me fui olvidando de ella…
de Hemeropa la sirena.
De vez en cuando regreso
a contemplar el ocaso,
y pienso que viene a verme,
siguiendo al viejo velero,
que se pierde en el silencio
de este añorado recuerdo.
Pero nada de esto es cierto,
Hemeropa la sirena…
huyó de mí para siempre.