Y de pronto los ojos se vuelven mar,
aflora del alma la tristeza de vivir,
se desboca el corazón con las venas
abiertas, hoy todo significa nada.
Quisiera saber la razón, a qué se debe
ese cambio súbito que lleva al dolor;
y escarbando en las entrañas, surgen
las telarañas inamovibles del abuso.
Maldita compasión que arroja al borde
de los linderos del autosacrificio;
qué absurdo vivir así, donde el malvado
arremete contra el bueno para su provecho.
Es incomprensible esa inconsciencia que
destruye al deber ser, y solo emerge
el ser compasivo que raya en mártir
dejando en el piso hecho trizas al espíritu.
Solo la justicia emerge de la nada, colocando
en su justo lugar las cosas… en esa armonía
inexplicable, obra de la voluntad de quien
por todo fue hecho... el magestuoso Adonai.