Homo agitatus
De manera regular, a modo de un tic, consulto la muñeca.
\"Disfruto\" de unas merecidas vacaciones. En este preciso
momento me hago acompañar de mi pareja al pie de las
cataratas de río Izango, cubiertos por la débil espesura
de un techado a dos aguas que nos libra del baño indirecto
que supone el salpicar de las aguas sobre el roquedal.
La afluencia de gente hoy, en esta especie de tabuco, es
ensordecedoramente inaudita al decir del camarero que
nos asistía con la diligencia que las urgencias de la premura
hacían compatible. No sé si me dejé contagiar por el marasmo
reinante o ese marasmo lo llevaba instalado en mi inconsciente
procedente de mi lugar de origen, el caso es que la consulta a
Cronos se hacía obsesiva y cada vez más inasequible al aunque
fuese mínimo control emocional.
Desde la distancia del tiempo y la perspectiva del recuerdo de
lo que siendo maravilloso se desliza de nuestros dedos sin ser
objeto de la consideración debida, no puedo dar crédito a la
ocasión perdida que supuso estar con la púpila sobre las agujas
en vez de sobre el marco incomparable que me ofrecía la dichosa
Naturaleza.