LA PLAYA DE ISLA NEGRA.
Se colgaba el sol para llenar sus mejillas y volaban gaviotas para avivar sus pupilas: y es que la playa se encargaba de ser vista por quien fuera una magia por sí misma.
Se extendía la arena para darle una senda, le cantaban las olas para darle una letra: como nunca el verano se tomó de una musa que pusiera pintarlo con tanta destreza.
Se ataba el horizonte por y para ella, todo roquerío la veía con clemencia: tanto había en ella para nunca olvidar que hasta el propio olvido muchas veces va y la piensa.
Se rendía el mar ante sus libres pies, el viento mismo le hacía reverencia: tanto había en ella para nunca olvidar que hasta el propio olvido frecuentemente la recuerda.