Con caricias del sol su piel canela,
Cabello negro ondeado por viento,
Ojos marrón de mirar intenso,
Tiene frescura su singular belleza.
Pies descalzos, costumbre cotidiana,
Sin prejuicios, libre y ligera
Ignorando absurdas ataduras,
Cada día en los brazos de la brisa,
Se siente parte ola, sal y arena.
No reparen ante tal propiedad
No murmullen mal siquiera
Que bien exuberante se desea,
Cómo la naturalidad e inocencia de ella.
Caminando por la vía mojada
Juega con el despliegue de las olas,
Ríe, canta a veces llora
Agitando lágrimas en saladas aguas.
La he visto hablar con su mar
En el vaivén de sus ondas,
Este, le responde con tumbos
Hundiendo en su seno secretos,
Quejas, quimeras y melancolías.
La caída de la noche se aproxima
La pasión se plasma en imagen,
El sol se ruboriza, se nota en su rojizo,
Mientras da besos de hasta mañana.
En el piélago apasionado por el cielo
El astro sumerge su melena,
El azul en un instante se platea,
Y una estrella de reloj de campana,
Anuncia la hora de la magia.
Desvaneciéndose el sol, en espectacular evento,
Con matices ocultos y lucidos mezclados,
Se acrecienta la orgullosa luna, cual llama de luz clara,
Entonces, luciérnagas suben y cantan entre nubes,
El océano arrullado: bosteza duerme y sueña.
Asimila en suspiros, la moza costeñita
Que su día de aventura se termina,
Puede sentir el rocío entre auras,
Ver su paraíso bajo capa silenciosa.
No cabe tanto en su corazón,
En el respiro gratitud a Dios eleva,
Al saber que es parte inspiradora,
De letras vueltas: canción caribeña.