Si mis labios hubieran sido miel, y no de fuego
y si mis brazos fueran un sostén,
y en lugar de destruirte
acompasaran por el borde del abismo tu camino;
mis palabras habrían sido otras, los modales distintos,
y nuestros cuerpos hubiéranse unido sin desconcierto,
y en vez del silencio devorando las caricias,
hubiéramos escrito los versos en la piel del otro.
Si la suave caída de tus ojos
al resguardo de mi mirada reposasen,
y si en el silencio de nuestros gestos
una radiante curva coloreara nuestras mejillas,
¡cuán maravilloso! ¡cuán contento!
penetrar con una espada los escudos
insertar las astillas en la vida
y decirle al atrevimiento: haz lo tuyo.
Si mis labios no hubiera sido de fuego
y contar las cicatríces sanaran tu llanto
y si mis brazos no fueran de piedra
sino el lecho donde descansarás de tus penas;
¿quiénes seríamos hoy día?
¿qué luz en esta tierra guiaría nuestras almas?
¿Y si hoy volviéramos,
si las cenizas no fueran lo suficiente oscuras,
y si mis ojos cedieran a lo que miras
y mis palabras vertieran ese líquido,
que en la desolación del olvido
avivara nuevas llamas?
Querida amiga, el secreto nos tiene atados,
la acción sin conscentimientos
la acción sin negaciones
la acción echa por azar, difusa,
sin motivos, querida amiga,
si el camino no está del todo echo trizas
¿volverías?
¿Y si volviéramos, querida amiga?