La persona que yo quiero, no es una luz lejana.
No es una estrella alta, no es un suspiro, no es una sensación refrescante.
Ni tampoco una brisa cálida y pasajera.
Tampoco es una singular, es una pluralidad.
Llega faltante de letras porque son imágenes sin réplicas.
La persona que amo, son un conjunto de nubes que viven en un cielo pintado con los parpadeos.
Son vidas, es vida perpetua en recuerdo pero efímera en emociones por sus tonalidades.
Es como encontrar inesperadamente un confitado aroma en medio del pastoso piso de la lluvia.
La encuentras y después desaparece, siempre llega antes que ensucies las botas en el barro.
Regresando a casa, que también es la persona, regresar a un confortante abrazo.
La amo, lo amo.
Es un jardín donde una mota de polvo descansa de la exhausta vida.
Eso, le da tranquilidad porque le hace sentir que está más cerca de la despedida, con respiración lenta.
Y la persona que ama, permanecerán en el jardín de su memoria cuando tome la elección de irse primero.
Ya ha tenido una buena vida.