Capitulo II
Presencia Angelical
Entre las reglas y normas que regían el recinto
se prohibía la inscripción de mujeres
primero por los temas tratados,
segundo los prejuicios de las familias criollas y sus patiquines
tercero por una escasa cultura del mundo
sin duda pujante de aquellos días.
Luis Manuel con molestia evidente pregunto a su dama perturbadora
Pregunto nuevamente ¿quién es usted? Y ¿Qué hace aquí?
Se levanta de la silla la cual hizo ese particular sonido por su peso y el roce con el caico
y con un paso al lado se posicionó en el centro del Pasillo
al centro de la ventana del fondo del salón
y al contra luz que le adornaba como un aura que brotaba de aquel ser
de aquella mulata que de blusa y saya blanca vestía
se dejo escuchar aquella dulce pero firme voz
-mi nombre es María Luisa Novoa
y he venido aquí a su salón para aprender con usted-
Luis Manuel, estaba abrumado por el brillo de aquellos ojos
lo delicado de aquel cutis moreno, perfecto;
al contra luz, la figura de María Luisa
dibujaba las sombras de la figura de un reloj de arena en el rojo caico.
Luis Manuel incorporándose a la realidad del hecho
Firmemente – Señorita sabe que eso es imposible, primero las normas y segundo como pagaría-
Como muestra de lo hábil y avanzada que era María Luisa respondió
con brazos a su espalda, mentón elevado al igual que un soldado
-Maestro, se dice que: quien hace las normas y las reglas es el responsable de administrarla,
Usted en este caso puede aceptarme o no en su clase.
¡Por el pago!, no se preocupe, le doy mi gallo, pagará sus honorarios y más.
Inmediatamente los patiquines se burlaron, otros murmuraban,
María Luisa, finalizó indicando muy firme:
-deme la oportunidad de ser la primera mujer y adicional negra de la cual usted sea mentor
no se arrepentirá y yo no lo defraudaré-
Luis Manuel, aun inmerso en los cristalinos ojos
tratando de digerir lo ocurrido y recuperar la compostura indico:
-las normas que aquí rigen son inamovibles
a lo cual agradezco su retiro inmediato Srta. Novoa-
Ella se retiro y quedo a las puertas de la Casona
esperando la salida del maestro… ¿Su Maestro?
Mientras se retiraba
los patiquines burlescos, como sus trajes y su mascaras sociales
veían con desprecio aquella mujer
la cual lucia como una Princesa de Abenuz
con carácter guerrero, con silueta de fantasía y sonrisa divina
un ángel atezado.
Luz de ángel aquel día, de aquellos días, de días pasados
de los amores de amores, prohibidos, grandes amores.
Jesús Pérez Rubí / Andariego
08/07/2020