POEMAS RESCATADOS
Era una mujer odiosa, al menos yo sentía que ese calificativo le quedaba perfecto. Su anatomía era envidiada por la mayoría de las mujeres del salón y se podía distinguir su forma de caminar desde dos cuadras de la escuela. Recuerdo que apenas, cuando quería, saludaba a los profesores y otras veces se pasaba de largo. Tenía lo hostil en la mirada. Dentro de sus ojos negros había una perdición que te podía hacer llorar como a un muchachito. Era un error tratar de ser su competencia, parecía que tenía la capacidad de hacerle pasar la mayor humillación a toda la que se atreviera. Yo ya le había agarrado algo de tirria.
No me olvidaré jamás de su nombre porque en muchas ocasiones intente como todos hablarle, acercarme, todos parecían como una jauría de perros a su alrededor y creo que ahí empezaron todos mis traumas. El día de enamorados le lleve hasta su casa una pizza y una colección de un cantautor que ella idolatraba. Se me habían ido todos mis ahorros de adolescente. Pero me los echo al suelo y dijo no haberme visto nunca. Tuve muchas novatadas que fueron terribles, hasta un corte de pelo de moda que me hacía sufrir. Pareciera broma, pero perdí la confianza en mí mismo. Odiaba la escuela, y a ella. Estaba traumatizado
Un día compre una libreta y en el colegio en lugar de las clases, hacia poemas, que claro, nunca fueron nada buenos. Pasaron las semanas después los meses, y al final del año, en plena graduación, me decidí por las letras. Y ahí me sentí de maravilla. Pensé: con unos renglones listos volveré a buscarla, y no volví.
Doña Julia desde hace mucho, se había cambiado de calle, de casa. Ojalá supere esta crisis -pensaba- me adulteraba, me falseaba, me auto falsificaba. De todo esto tengo poemas rescatados, la verdad, unos muy buenos, pero que con ella nunca resultaron.
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