Cuando dispongo hacer poemas
—digamos—...
me tomo todo el aire
de turbonadas de viento
pasajeras por mi calle.
Suelto al ínfimo intelecto
gravitante en mi cabeza,
saco las fibra del zurdo
y paralizó
a este ingrávido esqueleto
tan adicto a la pereza
(y a los fiambres).
Para hacer poemas desactivo
la pizca de cordura
equilibrada en ansiedades,
agarro un haz de sol y lo confino
me despojo de todas las capas
(incluso)
las capacidades
...y si me diera sed
tengo aquí,
agüita de vino.
Para construir poemas
ignoro que hay normas de plomo
(me desnudo bajo la tormenta)
le pongo sal al miedo y me lo como
aderezado...
con un poquito de pimienta.
!Así comienza¡
el fúnambulo ritual
de un nomo.