Lloraba en el profundo espacio una estrella verde
caudalosos ríos de amargas lágrimas,
sus efluvios ribeteaban el velo celeste
de azules topacios y verdes esmeraldas.
Mi mirada se hundía en el recóndito azul
en las flébiles horas de la noche estrellada
en busca de los verdes ojos de aquella estrella
que sembraba en el cielo topacios y esmeraldas.
La negra noche era hermosa y serena,
en sus profundos océanos de etéreas aguas
pude ver innumerables destellos celestes,
pero no la estrella que derramaba las lágrimas.
Mis rojos ojos manaron abundantes ríos
antes de que el cielo cubriera el manto del alba,
en aquella honda y fría inmensidad
no pude encontrar la verde estrella que lloraba.
En las alas del viento