De esos ojos que brillan como el ónix,
de lo oscuro y profundo de la pena,
del lamento que nace de la muerte,
del misterio azabache de sus cuencas.
Allí donde reside el desconsuelo,
el dolor de la angustia más secreta,
en las minas del alma más recónditas,
el infierno que corre por sus venas.
De aquel océano íntimo e insondable,
de las olas que gimen de tristeza,
del atroz sufrimiento, de allí brota,
una lágrima negra.