No el silencio es el culpable
por sumiso y por discreto,
el bandido despreciable
de talante no sociable
y estéril como amuleto.
Por oculto y por pasivo
con su recia transparencia
precursor de la indulgencia
sin el verbo corrosivo
que provoca la impaciencia.
No el misterio que le abriga
su interrogante ladina
es desazón que fustiga,
ese que encarna la ortiga
y la placidez termina.
No su insulso condimento
en prueba insípida y fría
nula pizca de alegría
como tedioso tormento
de pérfida profecía.
La reserva es inocente
solo es guarda del enigma
como sello preferente
su carácter indulgente
sin lugar para el estigma.
Es fiel en la compañía
almacén de sinsabores
para purgar los dolores
consocio en la cofradía,
parador de los clamores.
Incurso resulta el eco
con perversas intensiones
de temperamento seco
predilecto recoveco
de bajas insinuaciones.
La malvada resonancia
escondida en el mutismo
presumiendo su cinismo
evidente la flagrancia
de maldad en comunismo.
El estrangulado estruendo
con su cobista estridencia
y de un alcance tremendo
mirando el cielo cayendo
se margina la clemencia.
Inyecta todo el veneno
pone alerta las quietudes
sondando solicitudes
con insistencia sin freno
provocando los aludes.
No el silencio a fin de cuentas
es quien libera los males,
son sus ecos y sus rentas
con sus amarguras lentas
de este fiambre los causales.
Para resarcir la imagen
ensuciada a complacencia
exigida es la inocencia
cuando su estirpe sobajen
protegiendo su licencia.
@MucioNacud ©