En el momento justo
y en el lugar indicado
estabas tú.
Aquí o allá,
a la misma hora
y en distinto lar,
solo tú, mamá,
lo podías lograr.
Un don divino,
tu oblicuidad,
que supiste regar
en cada hogar.
La actitud perfecta
para abordar
el sentido humano
de la oportunidad.