Carretel de las horas en giro, desmadeja un reloj insólito colgado en el aire, para cuando se
arribe tal vez libre ya de equipajes y equinoccios. Cada minuto es un minuto menos con
segundos afuera. Digo que cada minuto contiene un largo y penoso hilo de pálido color que
conecta efemérides memorables con la más arcaica mediocridad, momentos de genuino
deleite con situaciones que a nadie importan y ni vale la pena enumerar. Esto significa la
concatenación de cuanto es. Absolutamente todo en el universo se encuentra vinculado, en
estrecha relación sincrónica. Y aquel dispositivo que cuelga de muñecas afeadas por las
crisis del sistema absolutista, o residen estoicamente sobre mesitas de luz donde el polvo de
los recuerdos es rey, no hace otra cosa que dar cuenta del fenómeno referido y que no
repetiré por falta de aliento. Pero, lo hasta aquí expuesto resulta tan evidente que causa
pavura la escasez de percepción de nuestra especie, el fenómeno está ahí ¡frente a quien
quiera ver!.
Las horas, como las nubes, son estados de ánimo