La suavidad de los pendejos de su concha
mientras se la chupaba a un enfermo drogadicto
ella pensaba en el almuerzo, en Cancún, en un trago
en vestidos de 500 dólares
ella gemía y gemía
imaginando comprar un departamento y amoblarlo
se reía de los pajeros y pajeras
que gastaban su dinero y tiempo
viéndole el cuerpo de segunda mano
y tatuado en esperma...
se había acostumbrado a la vida fácil
ella juraba por Dios y por Diablo
que nunca le pasaría nada fuera de lo común
se limpiaba el esperma de la cara
y se iba a tomar una ducha
distraída