Capitulo IV
Caminata sin final, con un destino cierto.
Sin haber transcurrido dos pasos, Luis Manuel inicio la conversación
-¿Por qué usted quiere que sea su maestro?
María Luisa, con leve sonrisa fijó sus ojos en los de él.
-en mi casa, allá en mi tierra se ha hablado de usted, ha sido maestro de compañeros.-
Al caminar Luis Manuel noto aquella gallarda postura, elegancia al andar con cadenciosa particularidad. Seguidamente diciendo.
-Es notoria su formación, es clara y notoria la tutoría. –
Con notoria alegría respondió:
-Mas que tutoría, es la gran influencia de mi vida, mi tía, mi mamá Julia…
Es el enfoque y razón del porque tiene que ser mi maestro. -
Luis Manuel, caminando sosegado, con pasos lentos como queriendo detener el tiempo.
-Nunca he sido maestro de una mujer y esta ciudad aun grande como la ves, ya el caminar como caminamos es sinónimo de criticas entre los Blancos, mantuanos y negros… pero vaya que si mi importa; ¿y a usted?-
María Luisa, mostro el asombro interrumpiendo aquel impecable andar con un salto al frente de Luis Manuel, exclamando, -¡quiere decir que! ¿acepta? .-
-Si, Usted no me ha dejado alternativa María Luisa. La única condición que existe es que no será en mi recinto. -
-y… ¡por cierto! ¿Dónde quedo el gallo? ¿y como me pagara el gallo?
María Luisa Contenta y vuelta a la compostura, pero con felicidad inocultable
-Sabía que aceptaría-, y soltó una risa muy alegre que alumbro hasta el mismo sol,
-lo deje en el patio del recinto, es suyo, tiene agua y comida. Es de mi tierra si usted aprende el pagara mis estudios y más, es mágico. -
Luis Manuel la miro inocente y rio, -esperemos entonces, esperemos a ver-
Siguieron caminando hasta topar con la casa de Luis Manuel y este pregunto:
¿Qué tan lejos esta tu casa?
-No pretendo que me acompañe, sigo sola-
Luis Manuel tomando su brazo y con mirada fija,
Y si debemos iniciar tus estudios mañana ¿a dónde voy?
María Luisa con sus ojos grandes y hermosos, abiertos enormes, exclamo:
-¿a mi casa?, ¿usted a mi casa?
-Si, María Luisa a su casa-
-Maestro, ¿Mañana?
-Si, su insistencia me hizo pensar que era inmediato. -
María Luisa con aquella sonrisa particular, con su alegría total dijo:
- y así lo es, pero, mejor iniciemos el lunes, hoy ya es jueves y debo ordenar mis que haceres al horario que usted designe. -
Luis Manuel, afirmo, serio, pero sin duda complacido del hecho
-todos los días, todas las tardes, desde las cuatro hasta las seis.-
María Luisa aplaudiendo, comento:
-Me parece genial, mañana le espero al final de su clase, en las puertas de la casona, le debo dar las indicaciones del que ahora es su gallo, su gallo especial. Y luego vamos hasta la casa de mis tíos. - guiño el ojo con la inocente picardía que emanaba del alma pura, su morena piel estaba sonrojada, entre el calor y la alegría, generando un rubor en sus mejillas que la hacían ver aún más bella.
Luis Manuel sonrió por lo del gallo especial, indicando:
-le espero mañana María Luisa, y gracias por elegirme, espero no me defraude. - dio la vuelta y entro por el estrecho pasillo de aquella casa de piso verde y paredes blanca, impregnado del olor a madera y humedad. A su paso Reiterando
-no me defraude; pero antes que nada no se defraude, caminamos por los estudios con un destino sin fin, incierto- voltea retira su sombrero y dice ¿Cierto?
María Luisa observándolo desde el medio de la calle con el sol del inicio de la tarde, asintió con su cabeza y se fue caminando por la empinada, con pensamientos entre estudios y silenciosos gritos de su corazón.
Caminata sin final, con un destino cierto, de aquellos días, de días pasados
de los amores de amores, prohibidos, grandes amores.
Jesús Pérez Rubí / Andariego
10/07/2020