El sudor corría por mi piel, y mi corazón aceleraba los sentidos...
Te miré coqueta y tus ojos se clavaban en los mios.
No me quería intimidar, pero era tan fuerte tu mirada que ante la tuya no me podía controlar.
Tenía sed...
Sed de tus besos, de tus abrazos, de tus te quiero y de tu piel.
Me robaste un beso con la sutil decencia y me atrapaste, me llevaste al cielo y mis miedos quedaron escondidos en tus brazos y en tus besos.
No me pude resistir a tus encantos, a lo dulce de tu voz, ni a la calidez de tus caricias.
Fue allí donde entendí, que a pesar de tanta espera, mi corazón latía silenciosamente por ti.
Ahora me queda el recuerdo de una aventura, que tatuaste en mi corazón.
Todo fue un sueño...
Un sueño lleno de ternura, donde la emoción de un encuentro despertó pasión, y deja tatuado mi corazón
Dulce espejismo que cavila en mi imaginación, creando fantasías e ilusiones sin motivos ni razón.
Dora Mirquez