Tomás

Inquisidor

No tengo donde ir.

¿Hacia dónde?

Tres montañas

Siempre dejo atrás.

 

Nacimiento, Adopción y Prohibido.

Por mí, ellas vibran. 

Al final

todas quieren mi montaña.

 

¿Qué sentido tiene dejarlas atrás?

si se encuentran siempre delante.

Animal certero me espera allí,

Entero, en Adopción.

 

Cuando suplico refugio las 3 corren de desvelo.

¿De qué sirve acunarme?

 

Cuantas veces pensé descarrilar en el camino,

he de tratar convencerme

de dónde vengo, 

 Pero ni la tierra grana y sincera,

me da la dicha de sentirme

Parte de ella.

 

He de partirme mil veces,

para llegar a la quimera.

La montaña es la montaña.

 

Nacimiento

es donde coincide

mi primer suspiro,

mi primer abandono.

 

Cada vez que llego a ella

nace la espina del chañar en su fruto dulce,

antes del oleaje de las moscas.

 Comienza la bruma en invierno.

 

Ni su imagen perfecta

Asemeja mi mirada.

La montaña es la montaña.

 

Prohibido es la sangre inerte

que alguna vez corrió mis venas,

es algo que esta,

lo que queda.

 

Su terreno está lleno

de algarrobos derribados.

Un volcán se encuentra en su cúspide.

Cuando vibra me entristece,

su rugido 

me recuerda poco a poco

al sonido de una guitarra vieja.

 

Dos mil veces pensé que el camino era mi senda.

Cuando me alejo de alguna siento

que yo les pertenezco a ellas.

 

Encuentro placer en el movimiento,

En la inercia.

Ni la tierra extranjera,

grana y sincera,

me da la dicha de sentirme

parte de ella.

 

Es la más pequeña de todas,

a pocos kilómetros de llegar al pie

se pueden observar las zampas

sobresaliendo de los médanos.

 

Antes de sentir su compañía,

acomodo el palenque,

recuesto mi canto y la envuelvo.

Gato del pajonal siempre me ve disperso,

              Entero, le llamo.                

 Cuando sus ojos no me miran,

Pronuncio las mismas preguntas.

 

Ni la zampa, el médano o su pelaje

Por cómoda que sea la arena, 

Se reflejará en el cielo mi ausencia.

 

Se arremolina el terreno,

Entero se esconde

Adopción nunca me espera.

 

Moisés y su encuentro con Dios,

El rey David y el Monte Sion,

Olimpo y su mitología,

El taoísmo y sus cerros sagrados.

El hombre ha vislumbrado el contacto con Dios en la cima de estas convergencias.

 

Por eso me mantengo en sus faldas y laderas,

mi descaro es creerme su prisionero,

su violencia es esperar mi regreso.

 

El agua no existe en mi camino,

Ni siquiera la hierba.

Imagino extravío,

en mi semblanza. 

 

Cuando viajo pienso en ellas,

en mis huellas.

Cuando se borren

¿se irá esta pena?