La madrugada llovió marginada
en esta invernal estación.
Y la alborada barragana ya despierta,
peregrina desolada en mi patria compungida.
Hoy no es un día cualquiera,
puesto a que la ciudad chilla
sus propios monstruos,
y miro estrellarse el cometa al mundo
desde mi ventana que es posada gratuita
de gatos techeros, palomas y culíes.
Y corro con prisa— a ver si me alcanza la vida—
a marcar este 27 de julio en el almanaque
para así detener el tiempo.
Pero no, no me alcanza la vida,
pues el cometa ya se estrelló. Y me veo
solo en el mundo,
sin gatos techeros, sin palomas, sin cuculíes,
sin ninguna ciudad que chille
sus propios monstruos en mi patria compungida.
Solo, completamente solo,
exiliado de todos, hasta de ti.
Y nadie lo sabe, nadie sabe que hoy
pese al caos que me rodea, pese
a mis contracciones, risas y tristezas,
yo al fin renazco,
renazco como una
metamorfosis de mirasol,
y renazco bien.
¿Qué es un año más
a esa sumatoria del existir?
No es nada más la afirmación
de que mi onomástico es la tuerca absurda
de vivir un año más
estando muriendo ya desde un año anterior.
La vida pasa, la observo pasar,
la vida llora su melancolía su hondo pesar,
y yo,
y yo lloro con ella,
abrazándonos en la quimera,
en esa quimera
de mi soledad.