Oscar Perdomo Marín
RECORDÉ
Recordé al niño bebiendo orine
de la vaca para no morir de sed
y sentí vergüenza de mi ducha.
Recordé legiones de esqueletos
vivientes en Etiopía
y me costó mucho degustar
el pan nuestro de cada día
a la hora de almuerzo.
Y así , recordando
pensé con amargura:
¿Si con mi plato de comida
resolviera toda la miseria
del mundo?
Volví a recordar
las mariposas negras
que azotaron de miedo
mis noches de luciérnagas sin luz.
Nunca pensé que aquella oscuridad
de muertos y fantasmas
bajo luna menguante
viajaría conmigo al Siglo XX:
el niño lazarillo de Addis Abeba
desmitificó los cuentos de terror
de mi temprana infancia.
Recordé los pequeños, disputándose
los desperdicios del basural
en Ciudad Bendita.
la misma escena repetida en Managua
Haití y Calcuta.
Mi cabeza siguió llenándose de recuerdos:
rostros latinos, bocas latinas
saliva latina.
¡voz apagada y goce con los desperdicios
de supermercados y restaurantes
en la ciudad satisfecha del jamón!
Recordé el cuento de la novela
“Noches largas”: el esquimal bebiendo sopa
de su propia piel.
Recordé a un pordiosero,
disputándose un hueso con un perro;
el barco botando compotas en alta mar
para mantener altos los precios.
el cumpleaños de un perro en Caracas
con servicio de meseros incluido.
El rico tailandés con su canino
peludo y tierno
vestido de hilos de oro
y luciendo en su cuello
una costosa alhaja.
Recordé al heredero
de una poderosa casa de cosméticos
con un cuadro de Clint
que compró en 130 millones de dólares.
Recordé los pisos de oro
del palacio del Sultán de Brunei
poblado de habitaciones vacías
y más de seiscientos automóviles de lujo.
Recordé un diario financiero de Hong Kong,
ofreciendo en venta un apartamento
por 52 millones de dólares.
Recordé todos los niños de la calles del planeta,
las meretrices de la calle;
el humo de los fogones vacíos.
Recordé tantas cosas, tantas…
que no puedo precisar
cuántos miles de millones
son los hambrientos de la tierra.
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