Anoche soñé con el fruto prohibido de una ilusión.
Un deseo irracional y una esperanza al caminar.
Trazando un rumbo incierto, confiando en el azar
cierto día nos conocimos sin ninguna pretensión.
Caminando enamorados nos perdimos embobados
hasta llegar a un valle por un tenue sol iluminado.
La luz indiscreta delató nuestra discreta presencia
y una hermosa primavera desveló la real esencia.
Las horas pasaron sin notar la debida percepción.
Una mirada de complicidad a la locura nos abocó.
El recelo marchó y el pudor también desapareció.
Bendito amor, el mundo nos otorgaba su bendición.
El tiempo ha pasado y el verano se ha marchitado.
Con él otoño duerme la pasión y asoma el lamento.
No arde la hoguera y no grita el deseo desaforado.
No prende la cálida llama y aparece el desaliento.
Abrazando un rotundo silencio nos dijimos adiós.
Sedientos de un amor, sintiendo un inmenso dolor
evocando su calidez y un momento entre los dos.
Un adiós dibujado en un hermoso poema de amor.
Al fin aprendí lo que un sentimiento hace padecer
pues el principio es ilusión y el final abnegación.
Emoción que partió fugaz como una ensoñación.
Más a pesar del ayer sigo añorando aquel querer.