Capítulo V
Aprobación en el café
Después de una noche de no dormir
insomnio al par de enredados en silencios de la formalidad
les llego el nuevo día, Luis Manuel en su recinto sumergido con sus alumnos
María Luisa, al levantarse a las 05:30 como siempre,
Camino hasta el fondo del corredor abriendo la puerta de la cuadrada cocina,
cargada del olor a leña, con las paredes negruzcas de la humareda y el fuego
atizo las llamas de aquel enorme fogón y puso la olla con agua a hervir
tomo el tarro de café, al destaparlo inhalo el maravilloso aroma de ese típico arábigo caribe
y tarareaba una canción
coloco el café molido en el colador de tela que estaba soportado por un atril de madera de pino
pero teñido de oscuro color por el derrame inevitable del café.
Tomo tres tazas blancas con sus platos de la vitrina que yacía a un costado de la puerta y a la derecha de los fogones, las tazas de dorados bordes y estampado de flores relucían sobre aquel mantel de cuadros rojos y blancos de la cuadrada mesa; llevo el agua hirviente y dejo caer lentamente sobre el colador, acto que hizo volar aquel olor de mañana y hogar que se vivía en Caracas.
De una de las puertas del corredor, se escuchó un grito masculino, -Marita ese olor asusta, me espanto el sueño caracha, ya voy para allá.
María Luisa tomo aquella cesta de mimbre cubierta por un blanco paño de algodón, fue al fondo de la cuadrada cocina y de una bolsa saco bollos de pan que llevo a la cesta y luego a la mesa, coloco la barra de matequilla y fue de nuevo a la vitrina, tomado tres platos idénticos a las tazas, tres cuchillos y un pedazo de queso, todo puesto al centro de la cuadra mesa central.
María Luisa se sentó de espalda a los fogones teniendo la puerta a la izquierda de su visual
donde se hizo presente una hermosa mujer
de notable elegancia, vestimenta impecable,
blusa blanca al cuello, mangas al antebrazo y una falda al piso de un azul profundo
cinta negra a la cintura que resaltaba su talle y un peinado perfecto
que hacían ver la luz de su rostro natural reluciente y regia,
mujer blanca de piel tostada por el sol.
Al ver a María Luisa Sonrió diciéndole:
-Buenos días, como amanece la sobrina mas bella.
María Luisa levanto la cara de sus café y le miro sonriente
-Bendición, mama Julia. Buenos días.
Inmediatamente detrás de aquella mujer aparece un hombre, al igual que ella perfectamente vestido, impecable y su postura exhalaba gallardía, pero su sonrisa y su rostro dejaban ver su picardía y jocosidad.
-Buenos días, ese olor espanto mi sueño, sobrina.
María con la energía que le caracteriza se puso de pie, -Bendición tío Carmelo; ¿cómo amanecen?, siéntense, aquí ya está el café recién colado, un pan, queso, mantequilla y una noticia.
Julia camino hasta la silla al fondo de la cocina, donde Carmelo, la retiro un poco para dejar que se sentara y Carmelo luego, un paso atrás se sentó a la derecha de Julia y frente María Luisa.
Todos tomaron a la vez un sorbo de aquel aromático guayoyo, tomaron el pan y seguido Carmelo con la picardía y suspicacia deja escuchar su carrasposa voz:
-suelta esa vaina que quieres decir y que la tienes atrapada en esa sonrisa con dientes pelados-
Sonrió a sabiendo de lo raro de su expresión y buscando la lengua de Julia.
María Luisa, se incorpora en la silla y dice: Tío Carmelo, ayer hable con el maestro Luis Manuel y acepto ser mi tutor.
Carmelo sumamente sorprendido miro a Julia, que sonrojada y agraciada por la noticia sonreía
¿Julia y Marita, me pueden explicar esto?
Julia dijo:
-Ya no podemos tenerla mas solo con la tutela nuestra, debe aprender y conocer más, esta avanzada en Ingles, literatura, artes, historias pero debe ir mas allá, por ello aprobé que María Luisa hablara con el, es un hombre respetado.-
Contrariado pero alegre Carmelo afirma:
-la idea me parece muy buena, pero tenemos dos problemas, eres mujer y morena.-
Maria Luisa Sin titubear
-Tío el acepto, siendo mujer y negra, pero solo uan condición, que sea acá en al casa, no en el recinto. Estoy conciente de que los patiquines y sus familias no me aceptarían, empero, fuera o dentro den es recinto seré la primera mujer negra formado por ese gran maestro.-
Carmelo aplaudiendo con mirada de satisfacción para ambas -mujeres, mujeres, mis mujeres, soy bendito por tenerlas y las bendigo a las dos, las amo.
Desde ahí comenzaron las risas y el saborear del pan con mantequilla sumergido en el café e impregnado del queso rallado.
Ya todo estaba listo para iniciar la formación… la formación de un amor.
Aprobación en el café, de aquellos días, de días pasados
de los amores de amores, prohibidos, grandes amores.
Jesús Pérez Rubí / Andariego
11/07/2020