El trueno de las balas siempre suena
con una sordidez de luto y muerte;
y al alma del guerrero, siempre fuerte,
despierta por su tierra gran pasión.
En cada retumbar de los disparos
el mira de la paz sus resplandores
que llenos de inmundicia y de dolores
los tiene ya nublados la ambición.
Contempla en los caídos la simiente
el sueño de equidad que todos tienen;
y deja que sus venas se le llenen
de místico y patriótico valor.
El eco de su voz se escucha intenso
instando con la lucha proseguir;
llevando en sus alientos el sentir
que porta el gran bizarro soñador.
Erguida, su figura resplandece
lo mismo que un cacique señorial;
llevando su cayado patriarcal,
con porte de un Aquiles vigoroso.
Su recto corazón fulgor emana
con clara nitidez de pensamiento;
que lleno del mas noble sentimiento,
empuña del deber pendón glorioso.
Su ejemplo debe ser la gran bandera
que todos deberíamos cargar,
haciendo de la patria el bello altar
que espera nuestra santa devoción.
Oír de nuestra gente sus gemidos,
es hecho que debemos asumir;
logrando que se pueda revertir,
de lágrimas, su negra maldición.
Autor: Aníbal Rodríguez.