Quizás tuve en mi vida más sexo que amor,
tal vez cuando muera algún amante sin nombre
y sin sombra me recuerde sin saber
que ya mi sangre se ha secado y mis latidos
otrora suyos han callado definitivamente.
A lo mejor vuele con un último sueño
aferrada a las alas de mis plumíferas sandalias,
y en algún puerto lejano un hombre
del que no recuerde el color de su mirada
pronuncie mi nombre y derrame una lágrima
sin saber que lo hace despidiéndome,
y yo me lleve el olor de su sexo penetrándome aún
en ese último minuto de lucidez antes de partir.
He sido más amante que amada, pero cuando me amaron
fue tan intensamente que perdoné el placer sin amor
que disfruté y entregué sin remordimientos,
sin culpa, sin tristeza.
He de llevarme algunas voces, pocas miradas
y escasos nombres grabados en mi piel y memoria
pero habrá uno, solo uno, que permanecerá
tatuado en mi alma y será el único que pronunciaré
cuando traspase el umbral de la eternidad
y el único que busque para vivir mi otra vida.
Ángela Teresa Grigera Moreno
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