Así empieza el destino del principio y el fin del alma mía... Donde escribire de desamor pues ha muerto la alegría.
Acongojado a los pies del cielo y desgarrado en melancolía... Ha muerto ya nuestro amor, como ya lo suponía.
En tardes fugases de otoño entre el poniente y la brisa. Son ahora ya difuntos nuestros placeres y tu risa.
Oh! si el gran universo mis rezos escuchara esta calamidad la podría evitar... Que en la oscuridad nuestras caricias cesen y este gran amor pudiese terminar.
Más ahora ya el otoño ha terminado, con sus gracias y sin ningún clamor. Nada pudimos hacer por nosotros... Por eso escribo del desamor.