¡Oh mujer, de magnéticas miradas,
cada vez que contemplo tus pupilas
me parecen lagunas muy tranquilas,
por la luz de la luna iluminadas!
Cuando miro tus formas codiciadas,
que sensuales, con gracia siempre oscilas;
en el alma se prenden mil favilas
por tus suaves cadencias provocadas.
Tu figura refleja la armonía
que tenía la bella Simoneta,
cuya esencia de diosa florecía
con el dulce candor de la violeta;
y observando tu rostro bien podría,
con su encanto, volverme gran poeta.
Autor: Aníbal Rodríguez.