Recuerdo aquella mañana,
recuerdo y no recuerdo aquella mañana,
en la que ésta pasión
se convirtió en una parte de mí.
Sentada sobre mi cama descrubrí
lo que antes siempre había
ante mis ojos,
aguardando, pacientemente, bajo la sombra.
¿Cómo había podido estar tan ciega?
Dejé de preguntarme el cómo,
me pregunté el porqué.
El porqué de haber encontrado mi pasión.
La primera vez que un poema
dejaba de ser un poema.
La primera vez que abría
los ojos, los oídos, mi ser.
Recuerdo aquel día de pureza y de tonos blancos.
La luz filtrándose en la habitación,
cuan milagro cegador,
pero, al fin y al cabo, milagro.
Desde entonces ya no soy la misma.
Por mucho que me aleje,
pues inconscientemente lo hago,
siempre me acompaña, perteneciéndonos la una a la otra.
Desde entonces, la poesía.
Ella fue.