Si en caprichos no anduviera,
mi buen espíritu de niño,
bien pudiera sentirme senil,
y al frío recubrir mi arrugada tela.
Seré persona longeva,
mas resistiendo cruel filo,
soy cuerda que desata,
el cielo-tierra en mí unidos.
Un último deseo de tata;
que es sólo, ¡lo único! que quiero,
usar la poca viveza que tengo en lata,
y regarte un jardín de lirios.
No te faltarán en mi ausencia,
legados y dolorosos vestigios,
que en compañía de dos naturalezas,
creerás cruel un mundo que te es benigno.
Al aliento sin fuerza,
cuya extrañeza te traiga ido,
lo llamarás suspiro.
Y al domador siéndole fiera,
que el verte llorar será su castigo,
lo llamarás amigo.
Con la poca vida que me queda,
y la cabeza florecida en blanco hilo,
ten un obsequio sin envoltorio ni tarjeta;
un paisaje en flor de pétalos coloridos,
y no te entristezca el pórtico de casa.