Valame Dios, dixo el cura, dando vna gran voz, que aqui esté Tirante el Blanco: Dadmele aca compadre, que hago cuenta que he hallado en el vn tesoro de contento, y vna mina de passatiempos. Aqui está don Quirieleyson de Montaluan, valeroso cauallero, y su hermano Tomas de Montaluan, y el cauallero Fonseca, con la batalla que el valiente Detriante hizo con el Alano, y las agudezas de la donzella Plazerdemiuida, con los amores, y embustes de la viuda Reposada, y la señora Emperatriz, enamorada de Ipolito su escudero. Digoos verdad, señor compadre que por su estilo, es este el mejor libro del mundo: aqui comen los caualleros, y duermen, y mueren en sus camas, y hazen testamento antes de su muerte: con estas cosas, de que todos los demas libros deste genero carecen. Con todo esso, os digo, que merecia el que le compuso, pues no hizo tantas necedades de industria, que le echaran a galeras, por todos los dias de su vida: Lleuadle a casa, y leedle, y vereys que es verdad quanto del os he dicho.
No hay libro que se precie
que sea de Dios tan nefasto,
fuera proprio de Santanás
bendito, o fuera tierno agasajo.
Las conteras y los lomos
son obra de un santo creador,
el contenido y el continente,
siendo siniestro y penitente
y malechor, es producto
de un brote de ingenio y rabia y sudor.
Despreciad cuanto donoso escrutinio
se tercie en vuestras vidas, válgame
esta tan ardorosa sentencia.
¡A galeras con los detractores!
¡Circuncidemos la ocurrencia de quien
en nombre del altísimo depone sentencia
contra la terneza de un escrito,
por muy avieso y torcido a Dios que sea.
Dejo aquí mi pendencia contra la mordaza,
contra quien despedaza al ajeno
por no encontrar en él horma a su traza.
Vale.