Llueven las estrellas
tristes...
entre nogales
y álamos impares,
evanescentes...
las lágrimas de oro,
en el horizonte...
desnudado de su ira,
donde las bacantes
sueñan sueños
zozobrados...
en el equinoccio
apenas desgastado,
por lo ésteril...
e inhábil
de su arista.