La veo y parece que sus ojos están vacíos, me ha repetido que el día está triste y su cansancio cada vez más acentuado. Es otro día, despierta y se vuelve a la ventana y me dice el día está triste, trato de animarla, salimos a dar un paseo, durante el camino su mirada empieza a cambiar, el verde del paisaje le anima y me dice; ¡cómo quisiera tenderme en ese campo y darme de vueltas como una niña!
Mi madre va cumplir noventa y cinco años, hace dos años la regresaron del hospital y el doctor dijo; merece tener un final en casa, le pueden dar todo lo que pida, se les suspendieron casi todos los medicamentos, hay días difíciles y entre altas y bajas han pasado dos años, tratamos de cuidarla y complacerla casi en todo, poco a poco ha perdido el gusto de algunas de sus preferencias. Ha comentado, que cuando quiera el supremo se la puede llevar, no soporta depender de los demás. En ocasiones dice que su tristeza es tan grande como el silencio de este jardín, la audición casi la ha perdido, ya no escucha el ruido que hacen esos pájaros y el viento que mueve las hojas. Hoy es un día especial veo una chispa en sus ojos que aprovecho para abrasarla suavemente a mi pecho y capturar el momento mediante esta foto que comparto con amigos y familiares, agradeciendo a Dios por este momento. Quisiera retenerla mucho tiempo y darle lo que no ha tenido, pero ya no disfruta de mucho. Hoy pidió ver el mar, es increíble su ánimo, le faltaban ojos para ver todo el paisaje, cuando estuvo de frente el mar, casi sola fue a su encuentro, pareciera que las olas detuvieron su fuerza y sus movimientos lo hacían en un suave vaivén, su mirada de principio de gran admiración que poco a poco la dejó perderse a lo lejos de esa gran inmensidad, percibo que sus pensamientos fueran de despedida a la gran naturaleza que tantas ganas tenía por ver. Todo bien de regreso, parece que sus ánimos se han recargado, doy gracias a Dios por dar tiempo de complacer a mi madre.
Taltamira.