Me despido,
coloco el despertador y próntome a acostar.
Cierro la luz y abro una linterna,
ahora no la veo,
-es que ya no la veo ni a deshoras-
ahora no la lloro,
-pues para qué llorar al imposible!!!
Clavo mis letras en el techo
pero se descuelgan
y me recuerdan
que son lágrimas de sangre que describen mi pecho.
Me duermo,
la veo ahogada y vivaz,
la leo con frustración y ardor,
me veo hablando de nuevo con las palomas,
me leo en su latido, y ya nada era absurdo…
Me despierto,
un día más, otra fotocopia,
parece reproducción, en el peor gris, del sol-sin-cielo,
sol, que no es amar-i-llo,
cielo que nunca ha sido a-zu-lado.
Salgo y me río,
dicen que asisto a clase,
pero estoy sembrado, con toda la inesperada tristeza
justo en sus espejos, esas hermosas y oscuras transparencias,
en las cuales nunca me pude ver,
las cuales no me reflejaron su pensar,
su sentir,
su ser.